Comunicado
Global

La OIM promueve un mayor acceso al trabajo decente para las mujeres y niñas migrantes

Suiza - Vivimos en un mundo en perpetuo movimiento. Este se define por la circulación de capitales, bienes y servicios, pero sobre todo por la movilidad de las personas.  Millones de personas se trasladan dentro y a través de las fronteras en busca de algo mejor.   

Entre los grupos de más raudo crecimiento se encuentra el de las mujeres y niñas que migran para encontrar empleo, atrapadas en un mundo laboral globalizado, en constante transformación. Las estimaciones actuales de la Organización Internacional del Trabajo sitúan el número oficial de trabajadoras migrantes internacionales en 66 millones, cifra que no incluye la gran cantidad de mujeres migrantes que trabajan o emigran de manera irregular. Es más, se estima que a escala nacional el número de trabajadoras migrantes es mucho mayor.

En el Día Internacional de la Mujer en 2017, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se adhiere al lema oficial de las Naciones Unidas, Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030, con miras a rendir tributo a las mujeres y niñas migrantes.  Dediquemos un momento a celebrar sus logros y a reconocer los retos que afrontan. Al tiempo que trabajamos con los Estados Miembros para redactar un innovador pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular, instamos a los gobiernos y la comunidad internacional a ampliar el acceso de las mujeres y niñas al trabajo decente y a velar por que su experiencia migratoria sea lo más positiva posible.

El mundo laboral está más globalizado e interconectado que nunca. La escasez de mano de obra en una parte del mundo se suple a menudo con trabajadores de otros lugares del planeta. Las mujeres forman parte de este fenómeno y participan en todos los sectores del mercado laboral.

Por ejemplo, las cadenas mundiales de cuidados generan demanda de trabajo doméstico y para los cuidados que atrae a mujeres de países de Asia Meridional, Asia Sudoriental y América Latina, para desempeñar tales labores en Europa, América del Norte y Oriente Medio. Del mismo modo, en los países de origen, las mujeres y niñas colman la carencia de servicios que dejan los familiares que emigran en busca de empleo.  Muchas otras mujeres y niñas migran para trabajar en otros sectores, tales como la agricultura, la manufactura y la hostelería.

Para muchas mujeres y niñas, la migración laboral es una propuesta atractiva, pues les permite avanzar económica, social y profesionalmente; incrementar su autoconfianza, autonomía y el control de sus vidas; y apoyar en mayor medida a sus familias. Asimismo, puede exponerlas a nuevas normas de género más equitativas.

Para las sociedades de acogida, las contribuciones de las trabajadoras migrantes constituyen un enorme beneficio. Además de colmar deficiencias laborales significativas, estas mujeres contribuyen a las economías de sus sociedades de acogida. Quienes desempeñan trabajos domésticos y de cuidados también permiten a otras personas, a menudo mujeres, ejercer sus empleos y otras actividades fuera del hogar al ayudarles con las obligaciones que  habrían de afrontar de no ser por ellas.

Para los países de origen, las trabajadoras migrantes no solo son una fuente importante de remesas; pues cuando regresan finalmente a sus hogares, ya sea de manera temporal o permanente, también traen consigo nuevos conocimientos y competencias. 

Por desgracia, este panorama tiene un cariz menos agradable.  La migración también puede plantear muchos retos a las trabajadoras migrantes, incluso antes de partir. Los agentes de contratación sin escrúpulos pueden engañar o mentir a las mujeres que desean emigrar en busca de trabajo, y generar situaciones de abuso y explotación. En casos extremos, las mujeres caen en la trampa y en manos de traficantes.

Las mujeres que logran llegar a su destino a menudo terminan trabajando en sectores del mercado laboral poco regulados o informales (incluidos, el trabajo doméstico y los servicios de cuidados) donde los salarios son inferiores y la protección de los trabajadores insuficiente.

Al otro extremo de la escalera laboral, las mujeres migrantes con mayores competencias suelen trabajar en sectores en los que afrontan dificultades para obtener el reconocimiento oficial de sus cualificaciones y aptitudes profesionales. Por consiguiente, sufren en gran medida el subempleo y la descalificación.  

Para todas las mujeres migrantes —y las migrantes irregulares en particular— estos retos pueden agravarse por el sexismo, el racismo y la xenofobia.

Ello no obstante, existen razones para vislumbrar un horizonte más prometedor. 

El 19 de septiembre de 2016, los dirigentes mundiales acordaron trabajar con miras a la elaboración de un pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular. Ello brinda una oportunidad única para garantizar una respuesta adecuada a las necesidades específicas de las trabajadoras migrantes, y de todas las mujeres y niñas afectadas por la migración, tanto por parte de los gobiernos como de la comunidad internacional.  Mientras trabajamos para elaborar este documento ambicioso e imprescindible, debemos velar por que ellas no queden excluidas.