Comunicado
Global

Migración: Yendo del campo a la ciudad por elección

Declaración del Director General de la OIM William Lacy Swing en el Día Mundial de la Alimentación, 16 de octubre de 2017

Por primera vez en la historia, vive más gente en ciudades que en áreas rurales.

Cada año millones de personas dejan sus hogares en el campo y migran hacia centros urbanos tanto dentro de sus propios países como fuera. Algunas de estas personas simplemente se desplazan para buscar nuevas oportunidades y mejorar sus vidas. Otras se ven forzadas a huir debido a conflictos o a desastres de inicio lento o repentino, tales como sequías, inundaciones, o aumentos en los niveles de las mareas, los cuales a menudo son exacerbados por el cambio climático y el estrés medioambiental.

Las poblaciones rurales, cuyos medios de subsistencia dependen de la agricultura, son particularmente vulnerables a las presiones que ejerce la migración. Están más expuestas, tienen una mayor dependencia  de los recursos naturales y una habilidad limitada para confrontar los riesgos y manejarlos. No podemos ignorar a las familias que abandonan la azada y recogen las valijas, debido a que año tras año es menos lo que logran obtener de la misma parcela de tierra. Incluso cuando la cosecha es buena, deben luchar para sobrevivir. En este caso bastante común, la migración a las ciudades no constituye una opción verdadera. El impacto de esta migración en el planeamiento urbano debe ser reconocido para que los migrantes y las ciudades puedan desarrollarse y prosperar.

Según se estima, millones de hogares rurales en todo el mundo seguirán siendo afectados por desastres de inicio lento y repentino . Ciudades y pueblos serán un imán para los migrantes y las personas desplazadas, quienes están en riesgo de correr la misma suerte que los pobres urbanos. La clave para luchar contra el desplazamiento es atacar las causas que le dan origen, ayudando a las comunidades rurales a prevenir de la mejor manera y a prepararse para desastres y para otras crisis que pudieran afectarlas, desarrollando medios de subsistencia agrícolas que sean más resilientes. Miles de equipos de la OIM en todo el mundo trabajan para empoderar a las comunidades rurales para que evalúen sus propios riesgos y para que desarrollen sus propias respuestas, adaptadas a su contexto local. Si una organización internacional implementa una medida de reducción de riesgos en una comunidad, seguramente la misma será extremadamente cara y probablemente fracase. Pero si en cambio se empodera a los integrantes de la comunidad para que evalúen, desarrollen y elaboren sus propios programas, lo más probable es que casi siempre terminen teniendo éxito.

Sin embargo, por supuesto, esto solo no detendrá el desplazamiento.

La acción en materia de clima es primordial. El cambio climático está teniendo efectos de amplio alcance en la productividad agrícola y en la seguridad alimentaria. Se encuentra entre las razones principales del número récord de personas que se ven obligadas a migrar desde áreas rurales a ciudades y pueblos en todo el mundo. Más importante aún, el Acuerdo de París reconoce la necesidad de proteger a las poblaciones vulnerables, incluyendo a los migrantes, y establece una fuerza de tareas dedicada a promover estrategias que eviten, minimicen y aborden el desplazamiento relacionado con el cambio climático. Necesitamos integrar de forma sistemática la migración, el cambio climático y la agricultura a los programas de desarrollo rural y de reducción de la pobreza, reducción de riesgos por desastres y planificación de crisis y desarrollar prácticas y políticas en materia agrícola que mejoren la resiliencia frente a la migración inducida por el clima.

¿Pero qué hay de aquellos que no abandonan sus hogares debido a conflictos o desastres y para quienes la migración sigue siendo aún su única opción? La pobreza está forzando a las familias a abandonar sus granjas y sus aldeas. Un desarrollo rural real es clave para un mejor futuro compartido, en donde los jóvenes tengan más oportunidades en sus lugares de origen que las que las ciudades pudieran ofrecerles.

Esto no significa afirmar que la migración no sea beneficiosa. Lo es, y de manera contundente, cuando es bien gestionada y especialmente cuando la misma constituye una estrategia para la reducción de riesgos, adaptación y desarrollo socio-económico. – beneficiando tanto a la comunidad de origen como a la receptora. Las políticas inclusivas son claves para que los migrantes sean más resilientes, y los migrantes más resilientes ayudan a reducir el riesgo  tanto para la comunidad de origen como para la de destino. La planificación urbana proactiva e inclusiva a nivel local y las políticas de gestión de movilidad nacional efectivas son esenciales no solamente para reducir las vulnerabilidades asociadas con el movimiento hacia las ciudades sino también para apuntalar el potencial socio-económico de la migración para el desarrollo de los migrantes y de las sociedades receptoras. Además, las remesas de los migrantes pueden ser una fuerza poderosa para fortalecer la seguridad alimentaria rural y aumentar la inversión socio-económica en los lugares de origen.

Es necesario introducir un cambio vital para que el futuro de la migración sea cabalmente beneficioso para los migrantes y para las comunidades receptoras, es el de asegurar que todos los migrantes – tanto los nacionales como los internacionales- sientan que tienen la elección genuina de quedarse o de irse.

La OIM, el Organismo de las Naciones Unidas para la Migración y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se encuentran trabajando conjuntamente en pos de este cambio en el futuro de la migración.  A nivel estratégico, esto se enfatiza a través de nuestra inminente co-presidencia del Grupo de Migración Mundial (GMG por su sigla en inglés) en 2018. El mismo reúne a los jefes de las organizaciones internacionales para promover una aplicación más amplia de todos los instrumentos relevantes, regionales e internacionales, y de las normas relativas a la migración, y para incentivar la adopción de enfoques más coherentes, integrales y mejor coordinados respecto de la cuestión de la migración internacional. A nivel operativo la OIM y la FAO colaboran en proyectos relacionados con el fortalecimiento de la resiliencia de las poblaciones vulnerables en áreas rurales frente a los impactos de los peligros naturales, el cambio climático, la seguridad en materia alimentaria y el desplazamiento. Es una cooperación que en mi opinión continuará aumentando y fortaleciéndose ya que la migración sigue siendo una tendencia preponderante en el mundo, la cual tendrá una mayor dimensión debido a los efectos negativos del cambio climático.

Este futuro en el cual estamos trabajando no puede ser distante o de lo contrario no estaremos brindando el servicio a las personas que se espera de parte de la OIM y de la FAO y por el cual se aboga.