Migrant Stories

Cuando la vida cambia de un golpe

"Yo quiero darle una casa a mis hijos porque vivimos donde mis
padres. Eso haré con la plata de la reparación",
cuenta Antonio José Pinzón mientras espera la
ceremonia de pagos de reparación en Montería,
Córdoba.

En el 2002, Antonio José tuvo un accidente con una mina
antipersonal.

Fue un 20 de julio hace 7 años, cuando a Antonio
José le cambió su vida por la explosión de una
mina anti-personal. Como él mismo cuenta no sabe qué
grupo armado la había sembrado: "En ese tiempo uno no se
atrevía a preguntar nada, pero en todo caso tenían a
la gente atemorizada y se hacía lo que decían".

Ese día, Antonio José se había levantado
temprano para buscar semillas de ñame y yuca en su burro.
Siendo casi medio día, iba de regreso a su casa con una
bolsa de semillas y bastante hambre: "Como me fui sin desayunar,
quise recortar camino, ahorrar tiempo. Entonces hice unos cruces de
finca a finca". En uno de esos cruces, Antonio José
encontró un portillo cerrado, tan duro, que tuvo que bajarse
del burro para abrirlo.

Como si hubiera anticipado lo que sucedería, dice Antonio
José que, "El burro no quería pasar", y tuvo que
arriarlo mientras cerraba. "Corrí para alcanzarlo y volverme
a subir. Recorrí tres o cuatro metros, cuando sentí
el golpe".

Cuando despertó había dos personas
auxiliándolo. Frente a él, a dos metros, yacía
el burro hecho pedazos. Al parecer fue éste quien
pisó la mina.

Cuando sus padres lo vieron ya era tarde y llovía.
Decidieron llevarlo al día siguiente al hospital. El puesto
de salud más cercano quedaba a varias horas de camino.

Antonio José recuerda que esa noche llegaron unos hombres
a su casa. Venían a entregarles a sus padres unos
medicamentos y advertirles que no podían moverlo de la casa.
"Les dijeron que no me sacaran a ninguna parte, que de esa no me
moría y que si me sacaban, se atenían a las
consecuencias", recuerda Antonio José.

En los días siguientes Antonio José se
quitó con sus manos las esquirlas que la mina había
dejado en todo su cuerpo.

Pasarían varios meses antes de que pudiera visitar a un
médico. Cuando lo hizo, el temor, le impidió contarle
lo que le había sucedido, "Los médicos me mandaban
vitaminas, remedios, pero nada me servía, cada vez estaba
peor. Hasta que perdí la visión en el ojo izquierdo y
más del 50 por ciento de la audición. Sólo,
entonces me atreví a hablar", recuerda con tristeza.

"Un día oí a la vecina comentando un caso parecido
y le conté el mío. Fue ella quien lo motivó no
sólo a hablar con el médico, sino a presentarse a
Acción Social. "Me presenté hace como dos años
y tomaron mi caso. Me orientaron e hicieron unos contactos con
entidades que me ayudaron con tratamiento psicológico y unos
audífonos".

Con los cuidados de sus padres, Antonio José se
mejoró y tan pronto pudo, se mudo a otro lugar. Dice que lo
hizo por miedo, aunque también tenía esperanzas de
reiniciar su vida en otra parte.

Sedado con pastillas y a pesar de los constantes dolores y
molestias, Antonio José volvió a trabajar en el
campo. La noticia de que su esposa lo abandonaba, lo obligó
a regresar a su lugar de origen para hacerse cargo de sus cuatro
hijos. "Regresé para estar con ellos y estoy mirando
cómo trabajar, para darles lo mejor. Es difícil, a
veces me voy para el monte, pero me mareo y me duele la cabeza. Me
canso mucho, pero entonces miro a mis hijos y eso me ayuda a
continuar porque ellos me necesitan y me quieren mucho".

En julio de 2009, el Gobierno colombiano entregó a
víctimas de todo el país, en tres ceremonias
realizadas con apoyo técnico de la OIM y apoyo financiero
USAID, las primeras 2000 indemnizaciones solidarias de
reparación. Con los recursos aportados USAID, la OIM,
facilitó el transporte, alojamiento y alimentación de
las víctimas y brindó apoyo para la logística
de las tres ceremonias.

Como Antonio José, otras víctimas recibieron apoyo
del gobierno para reconstruir sus vidas.

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La violencia a manos de los grupos armados en Colombia se
remonta a la década de 1950. Según la
información publicada por la Agencia Presidencial para la
Acción Social y la Cooperación Internacional
(ACCIÓN SOCIAL), existen 3,1 millones de desplazados
internos en Colombia a causa de la violencia. S olo durante 2008,
la agencia recibió 255.000 solicitudes de
compensación financiera de víctimas de grupos armados
ilegales.

A pesar de que se desconoce el número de personas
comprometidas activamente con los grupos armados ilegales, durante
los últimos seis años 51.000 hombres, mujeres y
menores se han desmovilizados de dichos grupos como resultado de
los acuerdos de paz negociados por el Gobierno colombiano o de
individuos que han abandonado las armas para volver a la vida
civil. Se calcula que unos 35.000 de ellos eran antiguos
paramilitares.

Desde 2006, el Programa de la OIM de Reintegración
Orientado a la Comunidad apoya al Gobierno colombiano en el
desarrollo de la Ley de Justicia y Paz, cuyo objetivo es el fomento
de la reconciliación nacional y la reparación
simbólica y colectiva para las víctimas de la
violencia. Algunas de las actividades que la OIM, junto a la
Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación (CNRR), realiza son la implementación
de campañas de información para garantizar que las
víctimas conocen sus derechos; el apoyo a la
formulación del Plan Nacional de Reparación
Colectiva, en el que se incluyen reparaciones colectivas y la
restitución de tierras y bienes; el apoyo al fortalecimiento
institucional de la CNRR y la asistencia de la víctimas.