Migrant Stories

Pequeñas victorias desde Iraq: Musaib, un chef de Mosul

“Siempre soñé con tener mi propio restaurante y ahora mi sueño se ha hecho realidad”, afirma Musaib Joma’a con una sonrisa en la cara.

Tras 20 años de esfuerzos, y gracias a la ayuda del programa de revitalización comunitaria de la OIM, se ha convertido en el orgulloso copropietario de “Mosul Bacha”, un pequeño restaurante de la ciudad de Bartella, no muy lejos de Mosul.

“Siempre me gustó cocinar.  Ya de niño pasaba mucho tiempo en la cocina ayudando a mi madre a preparar la comida para la familia.  Me parecía mucho más divertido ser su pinche que jugar al fútbol en la calle con mis amigos”, prosigue Musaib.

Musaib empezó a trabajar en la restauración a los 14 años como aprendiz en uno de los restaurantes de comida tradicional más famosos de Mosul, donde le enseñaron el arte y el oficio de la cocina.

“Aprendí tanto en ese restaurante… Bueno, en realidad, al principio estuve fregando platos”, rememora entre risas y añade: “Pero, después, me preguntaron si quería trabajar ayudando al chef a preparar las verduras y la carne. En un abrir y cerrar de ojos, montaba, con los demás cocineros, los platos que pedían los clientes de ese famoso restaurante”.

“Cuando cumplí los 20, pensaba haber adquirido los conocimientos y la experiencia necesarios para abrir mi propio negocio.  Mi motivación no era solo económica.  Quería ser el propietario porque pensaba que, de tener la libertad de elegir los ingredientes y concebir el menú, los platos ganarían en calidad”, rememora Musaib.

En esa época, sin embargo, no tenía bastante dinero para cumplir su sueño.  Tenía que mantener a sus padres y su familia con su modesto salario, por lo que no se lo podía permitir.  “Decidí empezar a ahorrar.  Todos los meses, después de asumir los gastos de mi familia, guardaba lo que podía”, narra Musaib.

Y, entonces, estalló la guerra.  En 2006, Musaib y su familia se vieron obligados a abandonar Mosul.  Al pertenecer a la minoría Shabak, fueron víctimas de las persecuciones étnicas y religiosas de las milicias ilegales.  “Tres de mis primos fueron asesinados en menos de dos semanas. Recibí amenazas de los grupos armados rebeldes y escapé, por los pelos, del mismo destino que ellos”, cuenta Musaib con tristeza.

Después de esta experiencia, él y su familia hicieron las maletas, tomaron lo que había ahorrado para el restaurante y huyeron a Bartella, una ciudad cercana que era mucho más segura y que contaba con un número considerable de habitantes Shabak.  “Fue una de las peores épocas de mi vida.  De la noche a la mañana, me quedé sin trabajo y sin casa.  Perdí a tres familiares.  Mi mujer y mis padres dependían de mí…Tenía algunos ahorrillos, pero no gran cosa”.

Seis meses después, ese dinero se había evaporado y no tenían para pagar el alquiler.  Los echaron de la casa donde vivían y terminaron en la calle.  “Al final, encontramos alojamiento en el campamento de Al Ghadir, a las afueras de la ciudad.  Vivíamos, de manera ilegal, con otras 50 familias Shabak en una zona de chabolas improvisadas, sin electricidad…”.

“No teníamos nada: ni casa ni dinero y, prácticamente, nada de comer.  Cuando podía, hacía trabajos esporádicos para ganar algo de dinero, que nunca era bastante.  Fueron los cinco años más largos de mi vida”.  Durante el tiempo que pasó en Al Ghadir, Musaib acabó encontrando trabajo de cocinero en “Mosul Bacha,” un pequeño restaurante en el centro de Bartella.  La situación del negocio no era boyante, estaba mal organizado y no tenía muchos clientes.  Los ingresos, de haberlos, eran exiguos”, recuerda Musaib.

A pesar de esto, Musaib preparaba con dedicación y maestría cada plato y, algunos meses más tarde, los habitantes de la localidad se percataron de la mejora y el nivel del restaurante.  Las mesas empezaron a llenarse, se hacían pedidos más grandes y, lo más importante, empezaron a tener ganancias.

Por esta época, fue elegido beneficiario del programa de revitalización comunitaria de la OIM, que otorga ayudas en especie, formación profesional y otros tipos de asistencia para los medios de vida a iraquíes vulnerables, previa realización de una evaluación de las necesidades y las aptitudes llevada a cabo por el personal de la OIM.

Como era de esperar, quedó claro que Musaib tenía experiencia y talento de sobra en la cocina, así que recibió equipo como, por ejemplo, una nevera, un congelador, una hornilla y estanterías, para montar un pequeño restaurante.  Asimismo, gracias al servicio de desarrollo empresarial de la OIM, adquirió nociones básicas en materia de gestión empresarial, contabilidad y prácticas financieras.

Así pues, le contó a su jefe, Mohammed, que estaba pensando marcharse y que esperaba poder abrir su propio negocio en las inmediaciones.  Al oír esto, Mohammed le pidió que se quedara y le ofreció convertirse en un socio.  “Me dijo que podíamos aunar nuestros recursos, ampliar el menú y doblar la talla del restaurante si alquilábamos el local contiguo, que era de su primo y llevaba un tiempo vacío”, explica Musaib.

Tras estudiar la oferta de su jefe, Musaib decidió aceptarla.  “Pensé que con el equipo y la formación facilitados por la OIM, y con más espacio, Mosul Bacha tendría un éxito mayor. Así que nos lanzamos”.

“Y, por ahora, la cosa se ha mantenido.  Ganamos unos US$200 semanales, vamos a medias en todo y ya nos han pedido que nos ocupemos de los alimentos para un par de acontecimientos.  Tengo la esperanza de que las cosas mejoren aún más cuando empiecen a bajar las temperaturas… Nuestras especialidades (pacha, tashreeb, qalya…) son más bien platos de invierno”, aclara Musaib.

“Le agradezco enormemente a la OIM el haberme dado la oportunidad de alcanzar mi sueño. La formación en prácticas financieras me ha resultado de gran utilidad, ya que, antes, no tenía ni idea de cómo llevar un negocio propio”, confiesa Musaib.

“Mi vida ha mejorado mucho a lo largo del año pasado.  Aunque las cosas sigan sin ser perfectas, he conseguido ganar bastante dinero para sacar a los míos de Al Ghadir y regresar a nuestra casa, en Mosul.  La ciudad no es completamente segura todavía y tengo que desplazarme a diario para ir a trabajar, pero las cosas están mucho mejor ahora que antes.

Preguntado sobre si hay algo que desee añadir, Musaib reflexiona un instante y, a continuación, añade: “Para ser honesto, no dejo de pensar en las familias que permanecen en el campamento, a las afueras de Bartella.  Yo he tenido la gran suerte de poder salir de allí… Si pudieran hacer algo para que ellos también se marchen, cambiaría la vida de mucha gente que, como yo, necesita ayuda”.