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Comunicado - 
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La devastadora crisis del Sudán se intensifica: ya son 11 millones de personas desplazadas

La Directora General de la OIM conversa con un grupo de personas desplazadas por el conflicto sudanés. Fotografía: OIM/Philippa Lowe
La Directora General de la OIM conversa con un grupo de personas desplazadas por el conflicto sudanés. Fotografía: OIM/Philippa Lowe

Puerto Sudán, 29 de octubre - Buenos días, es una satisfacción poder hablar con ustedes esta mañana en directo desde Puerto Sudán.

Llegué ayer para realizar una visita de cuatro días y me he encontrado con una situación de seguridad cada vez más deteriorada y noticias alarmantes sobre nuevas atrocidades. Nuestros equipos en el terreno me han detallado las angustiosas condiciones que soportan los sudaneses de a pie, cuyas vidas han sido arrastradas por este conflicto.

La situación en el Sudán es catastrófica. No hay otra forma de decirlo. El hambre, las enfermedades y la violencia sexual campan a sus anchas. La población sudanesa vive en una pesadilla.

Este es un conflicto que recibe poca cobertura informativa, y al que debemos prestar más atención. Millones de personas están sufriendo y existe el riego de que la inestabilidad regional se termine extendiendo desde el Sahel hasta el Cuerno de África y el Mar Rojo.

Ayer, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, destacó este sufrimiento, que calificó de "catástrofe humanitaria integral".

Han pasado 18 meses desde que estallaron los combates entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido. Otras fuerzas exteriores están "atizando el fuego" y agravando el conflicto.

El sufrimiento aumenta día a día, y el Secretario General informó ayer de que casi 25 millones de personas necesitan asistencia.

En los últimos días, hemos recibido noticias absolutamente estremecedoras de asesinatos y actos de violencia sexual masivos en aldeas del estado de Al Jazirah, en la zona oriental del país.

En el transcurso de este año, el Sudán ha sufrido la mayor crisis de desplazamiento del mundo.

Puedo adelantarles que esta semana publicaremos nuevas cifras que elevan a 11 millones el número de personas desplazadas. Eso supone 200.000 nuevos desplazados solo desde septiembre.

Otros 3,1 millones de personas han cruzado las fronteras del país huyendo de los combates. En total, casi el 30% de la población sudanesa se ha visto desplazada.

Más de la mitad de los desplazados son mujeres, y más de una cuarta parte son niños menores de cinco años. Parémonos un instante a pensar en esto. Hay una cantidad descomunal de mujeres y niños en movimiento en condiciones de vulnerabilidad extrema.

Muchas de estas personas se han visto obligadas a huir una y otra vez, sin apenas acceso a opciones de albergue, y mucho menos a medios de subsistencia, y sin la menor posibilidad de cubrir sus necesidades básicas.

La magnitud de este desplazamiento -y las correspondientes necesidades humanitarias- aumenta día a día. La mitad de la población del país necesita ayuda. Hablamos de gente que no tiene acceso a soluciones de albergue, a agua potable, ni a atención sanitaria. Las enfermedades se propagan con rapidez.

Uno de cada dos sudaneses lucha por conseguir incluso la cantidad mínima de alimentos para sobrevivir. La hambruna se ha extendido por el norte de Darfur, y millones de personas tienen que luchar todos los días por comer.

Ayer pude ver algo de ese sufrimiento, en una visita a la zona de la presa de Arbaat, a unos 40 kilómetros de Puerto Sudán.

El derrumbe de una presa de agua, tras las lluvias torrenciales de agosto, causó la muerte de al menos 148 personas y devastó viviendas, ganado e infraestructuras.

Por si no fuera suficientemente trágica, esta catástrofe viene a añadirse a un conflicto que sigue causando estragos y agravándose día a día, y que ha afectado seriamente a la capacidad de distribución de ayuda humanitaria.

La seguridad de los trabajadores humanitarios se ve a menudo amenazada. Se siguen imponiendo restricciones de acceso y trabas burocráticas.

Y hay gente que muere por este motivo.

Las partes en conflicto deben hacer lo que se han comprometido a hacer y lo que exige el derecho internacional humanitario: proteger a los civiles y garantizar el acceso seguro, rápido e irrestricto de las poblaciones necesitadas a la ayuda vital.

Lo que también necesitamos desesperadamente es recibir ayuda de la comunidad internacional.

La del Sudán es hoy en día, sin duda alguna, la crisis más olvidada del mundo. La inacción colectiva conlleva un riesgo: que la destrucción se extienda a los países vecinos.

En una conferencia celebrada en París el pasado mes de abril, la comunidad internacional formuló generosas promesas. Pero su llamamiento solo está financiado en un 52%. Y aunque la OIM ha podido ayudar a casi 3 millones de personas desde que empezó la guerra, nuestra parte del plan de respuesta está financiada en apenas un 20%.

Contando con una financiación adecuada, es mucho lo que podemos hacer para aliviar estos sufrimientos, ayudar a la gente a acceder a soluciones de albergue y saneamiento adecuadas, alimentarla y protegerla.

Pero nuestros avances serán siempre limitados mientras dure la guerra.

Todas las guerras son brutales, pero el balance de esta es especialmente espeluznante, y las recientes matanzas y atroces violaciones de derechos humanos cometidas en el estado de Aj Jazirah constituyen un nuevo ejemplo. Desde el año pasado, las denuncias de violaciones, torturas y violencia por motivos étnicos se repiten con una frecuencia abrumadora. En estos ataques indiscriminados están siendo asesinados civiles, incluidos niños de corta edad.

Algunas de las zonas más necesitadas permanecen totalmente aisladas, sin acceso a la ayuda humanitaria.

El impacto que esta crisis catastrófica puede tener a largo plazo es sencillamente escalofriante. La educación sufrirá un retroceso de décadas. La salud y el bienestar de los niños quedarán gravemente dañados. Los medios de subsistencia quedarán destruidos de manera permanente. Una generación entera vivirá a la sombra de este trauma.

Y lo que resulta dramático es que un Sudán en paz tiene la capacidad de cuidar de sí mismo. Su gente es resiliente y dispone de recursos naturales inmensos.

Así pues, aunque me encuentro hoy aquí para concienciar sobre las necesidades y poner de relieve el costo de esta crisis de desplazamiento, lo que realmente desea la OIM, lo que deberían desear todas las personas del mundo, es que callen las armas en el Sudán.

Hay que ampliar la escala de la respuesta humanitaria. Hacemos un llamamiento a la comunidad de donantes para que apoye este esfuerzo.

Me hago eco del llamamiento del Secretario General para:

Poner fin a las hostilidades;

Proteger a los civiles;

y permitir el acceso a las organizaciones humanitarias para que la ayuda pueda llegar a destino.

No permitiremos que el Sudán caiga en el olvido. Pero su pueblo necesita paz, ahora mismo.

***

Para más información, diríjanse a

En Puerto Sudán: Lisa George (lgeorge@iom.int)     

En El Cairo: Joe Lowry (jlowry@iom.int)

En Ginebra: Kennedy Okoth (kokoth@iom.int)

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