Comunicado
Global

Un pozo con la profundidad de un rascacielos provee agua potable a los refugiados rohingyas

Refugiados rohingyas en un pozo superficial en  Cox’s Bazar.

Cox’s Bazar –  Bajo cielos diáfanos con 36 grados Celsius, un agotado Rafiq está apoyado sobre su casa, rodeado por sus cinco hijos. Mirando hacia arriba, reflexiona acerca de otra caminata sofocante por un sendero sucio y escarpado para acarrear agua para su familia. Una bomba que se encuentra en las cercanías proporciona agua que él mismo considera “poco confiable” desde el punto de vista de su potabilidad, y que demanda para su acarreo un arduo viaje por las laderas. La esterilización del agua por hervor también se hace difícil porque la leña no es fácil de conseguir.

A pesar de las precipitaciones de la alta temporada húmeda y de las numerosas estaciones de provisión de agua, la obtención de agua potable en Cox’s Bazar sigue siendo todo un desafío para muchos refugiados rohingyas. Casi un millón se encuentran apiñados en el asentamiento más densamente poblado de todo el mundo, ubicado a algunas millas de la frontera que Bangladesh comparte con Myanmar. En teoría, el agua de pozo es abundante cerca de la superficie, pero los contaminantes humanos pueden arruinarla. De hecho, el agua debe ser transportada a los asentamientos y la tarea de recolección y acarreo recae generalmente en las mujeres.

“No queda claro el modo en el que el gran influjo de personas ha afectado el agua subterránea,” sostiene Alessandro Petrone – Encargado de Programa  del Equipo de Agua, Sanidad e Higiene (WASH por su sigla en inglés) de la OIM, compuesto por ingenieros que tienen a su cargo la tarea de proveer agua segura a los refugiados rohingyas. Las bombas con palancas convencionales solamente pueden llegar hasta siete metros de profundidad y el cavado hacia una mayor profundidad solamente es viable si el mismo genera grandes volúmenes de agua.

La OIM y su socio, la JICA (Agencia de Cooperación Internacional de Japón) han enfrentado el mencionado desafío cavando uno de los huecos subterráneos más profundos de la zona. Con una profundidad equivalente a más de tres campos de fútbol, el pozo que se ha terminado recientemente generará agua potable desde las profundidades que será mucho más segura. El pozo fue un proyecto de ingeniería de gran envergadura que demandó el uso de una gran perforadora de 20 toneladas de peso traída desde el exterior. Se encuentra ubicada en el Campamento 12, a pocas millas de la frontera con Myanmar.

La perforadora excavó una profundidad inicial de aproximadamente 100 metros extrayendo desde allí agua potencialmente contaminada, pero luego llegó hasta una red de napas – acuíferos subterráneos que estuvieron atrapados allí por miles de años, a salvo de los contaminantes de la superficie.

Dado que esas napas están atrapadas entre rocas que son impermeables, algunas están altamente presurizadas y en otras en cambio la presión es neutra. El equipo WASH utilizó sensores para analizar la presión del agua en las diferentes napas y de tal modo determinar los lugares en los que el agua podía ser canalizada hacia las cañerías del pozo. Luego instalaron ‘pantallas’, o agujeros en lugares definidos para permitir de tal modo el libre flujo. Ahora que el pozo ha sido terminado, su cañería cuenta con más de una docena de  agujeros de extracción a lo largo de su extensión de casi media milla.

Pero llevar agua hasta la superficie requiere de mucha energía – una propuesta realmente cara en una zona tan aislada como lo es Kutupalong. La OIM instaló 187 paneles solares, generando 61kW para capitalizar integralmente el tremendo potencial de energía verde y alimentar una poderosa bomba para llevar agua hasta la superficie.

La energía solar también alimenta una planta de cloración automatizada que asegura la vida útil del agua. Seis tanques de almacenamiento de 95.000 litros permiten la distribución por gravedad a todos los habitantes. Cuando se ponga en línea a finales de mayo, cerca de 30.000 personas se beneficiarán con los 500 metros cúbicos de agua potable que es bombeada desde las profundidades de la corteza terrestre.

“Una pequeña bomba manual puede proveer agua para 250 personas, de modo que esto sería como contar con 120 bombas. Es también un sistema centralizado que ofrece confianza total en lo relacionado con la cloración. No es necesario apostar personas en cada estación de bombeo para clorinar el agua,” dijo Petrone. Los técnicos regularmente testean la calidad del agua para asegurar que el cloro residual se mantenga entre 0.2-0.5 mg por litro.

Petrone ha supervisado proyectos similares en América Latina, Líbano y Somalia, pero dice que el pozo que saca agua del Acuífero Tipam Sandstone es el mayor hasta ahora. “Es el mayor en términos de litros por hora, longitud de las cañerías, energía solar instalada, cantidad de paneles, y volumen de almacenamiento de agua. El pozo es inmenso, tiene el tamaño de un rascacielos. Y con los paneles solares, ¡no hay que preocuparse por la factura de electricidad!”.

Luego de que el proyecto sea puesto en línea en un par de semanas, la OIM trabajará con la Universidad de Dhaka para representar en gráficos la geología de la zona con el objeto de apoyar mejor aún al Acuífero de Tipam Sandstone. Una fuente abierta, un mapa en línea ya se ha generado a fin de ayudar con futuras investigaciones, monitoreos y racionalización de los recursos a los cuales no solamente los rohingyas sino también las comunidades de acogida en la zona tendrán acceso.

Para Rafiq, el momento en el que llega este nuevo pozo no podría haber sido mejor. “La temporada de monzones ya está prácticamente aquí y es casi imposible subir por la pendiente fangosa con agua cuando está demasiado húmeda”, dijo.

Para mayor información por favor contactar a  George McLeod en la OIM Cox’s Bazar, Tel: +880 18 7071 8078, Email: gmcleod@iom.int