Declaraciones y discursos de la directora general
27 Nov 2023

Declaración de la Directora General, Amy Pope, ante la centésima décima cuarta reunión del Consejo de la OIM

Excelencias, miembros de nuestro Consejo, distinguidos invitados, colegas y amigos de la OIM.

Hoy se cumplen 57 días desde que asumí mis funciones como Directora General de la OIM y asisto a mi primera reunión del Consejo como Directora General. Quisiera detenerme un instante para expresar mi reconocimiento al extraordinario grupo de mujeres que integra la actual dirección de la OIM. Estamos ante un momento histórico, no solo para mí, sino para nuestra Organización. Hoy me presento ante ustedes profundamente honrada por desempeñar estas funciones; por dirigir la que es, a mi juicio, la organización humanitaria más vital del mundo, consagrada a una cuestión cada vez más destacada en el ámbito público mundial: la migración.

Todos sabemos que la migración es tan antigua como la propia humanidad. A lo largo de la historia, las personas han emigrado en busca de una vida mejor, huyendo de conflictos, de la persecución o simplemente en busca de nuevas oportunidades. Y la migración es hoy en día más compleja y polifacética que nunca. Asistimos a un fenómeno de migración sin precedentes, impulsado por la globalización, las disparidades económicas, el cambio climático y la inestabilidad política.

Estimamos que hay más de 281 millones de migrantes internacionales actualmente repartidos por todo el mundo, lo que representa el 3,6% de la población mundial. Sabemos que en el contexto diverso de nuestros días, el movimiento de personas tiene profundas repercusiones tanto para los países emisores como para los receptores, y que ningún rincón del planeta es ajeno a las migraciones o algún tipo de impacto derivado de las migraciones.

Estimados miembros del Consejo, nos encontramos ante un momento crítico, no solo para la OIM, sino también para la prosperidad del Sur Global, para el desarrollo del Norte Global, para todos nuestros Estados Miembros y, lo que es más importante, para la propia humanidad; para las personas que se han desplazado, están a punto de desplazarse o van a desplazarse en un futuro.

En este momento crítico, empecemos por los hechos y analicemos cómo nos conviene replantear el sistema para adaptarlo a sus objetivos, de tal modo que podamos trabajar juntos y de manera más eficaz por los Estados Miembros y, principalmente, para las personas, los migrantes a los que nos debemos.

Con este fin, quisiera plantearles aquí tres cuestiones:

  • Una evaluación del estado de la migración en el mundo actual.
  • Por qué es preciso que nuestro enfoque evolucione, y en qué posición se encuentra la OIM para impulsar esa evolución.
  • El plan que tenemos y los recursos que necesitamos para lograr nuestro cometido.

Si usted leyera los titulares del día, sería disculpable que creyera que los principales desafíos de la migración mundial se localizan en las costas del Mediterráneo o en la frontera sudoccidental de los Estados Unidos. Sin embargo, por más que estas zonas susciten serias preocupaciones y hayan registrado un aumento significativo del número de migrantes que transitan cauces irregulares hacia Norteamérica y Europa, los relatos sesgados que nos han llegado generan una imagen distorsionada, que no hace justicia a la complejidad de las personas que se desplazan hoy en día.

Detengámonos por un momento a hacer balance. Al margen de los titulares de los medios de comunicación, se impone un hecho: la mayor parte de la migración tiene una conexión geográfica.

En primer lugar, más de 71 millones de personas son hoy en día desplazados internos dentro de las fronteras de sus respectivos países. Apenas diez países concentran al 75% de esos desplazados internos.

En cuanto a las personas que abandonan su país de origen, la mayoría permanece en la región. Por ejemplo, más del 40% de los migrantes internacionales del mundo proceden de Asia, pero más de la mitad vive en otro país asiático. En África, los desplazamientos causados por los conflictos y el cambio climático están desempeñando un papel importante, pero la mayoría de las personas se desplazan dentro de las fronteras de sus respectivos países o hacia un país vecino. De hecho, la mayoría de los migrantes internacionales de África se desplazan a otro país africano. En América Latina, países como la Argentina, Colombia, el Perú, el Brasil y Chile figuran entre los principales países de destino tanto de refugiados como de migrantes de la región.

Si nos referimos a los migrantes internacionales, aquellas personas que se desplazan por el mundo, dos terceras partes lo hacen por motivos laborales.

De hecho, unos 170 millones de personas en todo el mundo son trabajadores migrantes, y casi el 87% de ellos se encuentra en países de ingresos medio-altos o altos. Los trabajadores migrantes transitan algunos de los mayores corredores migratorios del mundo, como por ejemplo los que unen el sur de Asia con los países del Golfo, o la India con los Emiratos Árabes Unidos, el 88% de cuya población es nacida en el extranjero, o con la Arabia Saudita.

No obstante, si bien los países de ingresos altos atraen a un mayor número de trabajadores migrantes, con frecuencia son los países de ingresos bajos y medios los que acogen a más desplazados por conflictos, catástrofes, cambio climático u otras crisis acuciantes. Los países de ingresos bajos y medios acogen a cuatro quintas partes de todos los desplazados transfronterizos y a la mayoría de los desplazados internos.

Si bien la mayor parte de las migraciones del mundo son regulares, seguras y ordenadas, a muchas personas no les queda más remedio que migrar en busca de seguridad y medios de vida como consecuencia de conflictos, del cambio climático, de la degradación ambiental o de las desigualdades de desarrollo.

Para ofrecer una respuesta más humana y digna, colectivamente debemos hacer más.

En primer lugar, debemos centrarnos en salvar vidas. Está claro que nuestro trabajo más importante, el trabajo más fundamental de esta Organización, es salvar vidas. Se trata de hacer frente a las presiones que empujan a la gente a migrar en primera instancia, presiones que a veces llegan sin previo aviso y poniendo en peligro la vida y el futuro de las personas.

Nuestro primer objetivo, y quiero reiterarlo pues es fundamental, siempre será salvar vidas. En 2023, respondimos a muchísimas crisis. De hecho, se activaron ocho respuestas denominadas de "nivel 3", que implican la movilización total de los recursos disponibles.  Se trata de las siguientes crisis:

  • Etiopía
  • El Afganistán
  • La República Árabe Siria y Türkiye, en respuesta al terremoto
  • Ucrania, donde somos el organismo de las Naciones Unidas con mayor presencia
  • Somalia
  • Haití
  • La República Democrática del Congo
  • Y el Sudán, donde más de 8 millones de personas se han visto desplazadas dentro y fuera del país. Esta cifra incluye 4 millones de nuevos desplazados solo desde abril.

Solo este año hemos activado ocho respuestas de "movilización total" a situaciones de emergencia. Es una cifra récord.

Y seguimos en alerta máxima para prestar apoyo a las comunidades de Oriente Medio. Todos asistimos a día de hoy con gran alivio al alto el fuego y a la liberación de algunos rehenes. Sin embargo, sabemos bien que todavía tenemos tanto más trabajo por delante. Todos los civiles deben ser liberados, y debemos ser capaces de aportar ayuda vital a los civiles de Gaza.

Las condiciones reinantes en Gaza constituyen una auténtica catástrofe humanitaria, y las personas que siguen allí no tienen prácticamente nada que se parezca a una existencia segura o estable, y soportan un sufrimiento inconmensurable.

Sabemos que nadie va a ganar en este conflicto, pero está claro que los más vulnerables están pagando un precio, entre ellos 108 de nuestros hermanos y hermanas de las Naciones Unidas que han muerto allí desde principios de octubre. Contamos con equipos listos para prestar apoyo, pero no hemos podido ponerlos a trabajar a la escala necesaria. Nos unimos al llamamiento de todos nuestros asociados del mundo humanitario: hay que permitirles hacer su trabajo.

Estamos orgullosos de lo que somos capaces de hacer en situaciones de emergencia. No se trata solo de proporcionar suministros humanitarios y refugio, aunque esto forme parte de nuestro trabajo. Recopilamos datos que sirven de apoyo a otros organismos de las Naciones Unidas en todo el mundo. De hecho, el 86% de todas las necesidades humanitarias se basaron en datos de la OIM procedentes de nuestra Matriz de Seguimiento de los Desplazamientos. Y estamos decididos a hacer más.

Con su apoyo, almacenaremos más existencias en régimen de preaprovisionamiento en todo el mundo para estar en condiciones de ofrecer respuestas más rápidas. Estamos aumentando las reservas de fondos que reservamos para responder a situaciones de emergencia humanitaria que se den repentinamente. Vamos a establecer asociaciones con el sector privado para aprovechar su capacidad de hacer llegar la ayuda con mayor rapidez. Sin embargo, sabemos que si nos centramos únicamente en la respuesta humanitaria, no estaremos haciendo lo suficiente. Por el contrario, debemos ser más inteligentes, más estratégicos y más innovadores para ofrecer soluciones basándonos en la anticipación de aquellas situaciones que abocan a las personas a desplazarse.

Ahí es donde entra en juego nuestro segundo objetivo, a saber, impulsar soluciones al desplazamiento. Por ese motivo, cualquier solución significativa debe contemplar todas las facetas del viaje migratorio, no solo apoyar a las personas que ya están en movimiento, que ya se han desplazado.

Con más de 71 millones de desplazados internos dentro de las fronteras de sus respectivos países, sabemos que debemos empezar por ahí, crear soluciones para las personas desplazadas dentro de sus comunidades, principalmente porque el cambio climático tiene un impacto creciente sobre comunidades vulnerables.

Y estamos comprobando que, si bien los conflictos han sido mucho tiempo el principal motor de los desplazamientos internos prolongados, el cambio climático está provocando hoy en día más nuevos desplazamientos que los conflictos. En 2022, casi 33 millones de personas se vieron desplazadas por inundaciones, sequías, calor o tormentas. Es la cifra más alta en una década. Y ninguna región del mundo es inmune. Debemos tomar medidas urgentes sin demora.

Para complicar aún más las cosas, el 80% de los desplazados internos se encuentran actualmente en países muy vulnerables al cambio climático. Si bien desconocemos el número exacto de personas desplazadas que terminarán convirtiéndose en migrantes internacionales, las estimaciones apuntan a que entre el 20% y el 30% acabarán cruzando fronteras internacionales.

Se desplazan por razones diversas: inseguridad crónica, violencia en sus países de origen, falta de acceso a las necesidades y servicios básicos, y falta de empleo u otras oportunidades de subsistencia. Así pues, lo primero que debemos hacer es abordar esos factores; los factores que impulsan a una persona a tomar la decisión de migrar. Por esa razón, una cuarta parte del presupuesto actual de la OIM se destina actualmente a apoyar a las comunidades de desplazados internos de todo el mundo, más que ningún otro organismo de las Naciones Unidas.

Por esa misma razón debemos incorporar los datos a nuestra respuesta. La semana pasada presenté en Berlín nuestro nuevo informe PROGRESS, un análisis de las comunidades de desplazados internos basado en datos y centrado en las personas, que recopila información de 15 países de todo el mundo que, en conjunto, concentran la mitad de todos los desplazados internos del planeta.

Debemos asimismo abordar el impacto sobre los países vecinos. Debemos trabajar con comunidades en situación de riesgo; debemos trabajar con las comunidades locales; debemos asegurarnos de formar parte de la solución; debemos hacer todo eso en consulta con nuestros asociados de las Naciones Unidas en todo el mundo.

Para eso trabajamos en estrecha colaboración con Robert Piper, Asesor Especial del Secretario General sobre Soluciones a los Desplazamientos Internos, y su equipo: para estar plenamente alineados.

No se trata únicamente de las comunidades que se ven directamente afectadas, sino a su vez de las comunidades de llegada que, como ya he dicho, son principalmente comunidades vecinas. Debemos pues prestar apoyo, en particular, a los países de ingresos bajos y medios, algunos de los cuales albergan a las poblaciones de migrantes más numerosas del mundo, y a los que simplemente carecen de capacidad suficiente para gestionar por sí solos este fenómeno.

Los datos constituyen el núcleo de nuestra labor. Hay todo tipo de grandes sentencias sobre la importancia de los datos. Una de mis preferidas es: actuar sin datos es como estar parado en medio de la autopista sin ninguna señalización ni noción de adónde ir. Básicamente, es como si tratáramos de averiguar dónde poner nuestros recursos, dónde poner nuestro tiempo y dónde poner nuestro dinero, mientras vemos desfilar el paisaje a toda velocidad, y esa no es una buena manera de hacer las cosas, damas y caballeros.

Por esa razón estamos invirtiendo en datos. No se trata solo de recopilar datos sobre las personas que ya se han desplazado, por más lo hagamos realmente muy bien. Se trata de utilizar los datos para entender por qué se desplaza la gente y cuándo sienten las sociedades la presión de desplazarse.

Es algo que podemos apreciar con mayor claridad en relación con el cambio climático, ya que empezamos a saber prever qué comunidades carecen de la resiliencia necesaria para responder a un medio ambiente cambiante.

Así pues, estamos invirtiendo en nuestros datos y en asociaciones -inclusive en el marco de la Red de las Naciones Unidas sobre Migración- para poder prever el momento en el que las comunidades correrán riesgo de desplazamiento, y crear soluciones que las ayuden a adaptarse o bien, si la adaptación ya no fuera posible, como le ocurre efectivamente a muchas comunidades, ayudarlas a encontrar soluciones para desplazarse con dignidad.

Hace apenas tres semanas tuve el honor de asistir al Foro de las Islas del Pacífico. Era la primera vez que una Directora General de la OIM asistía a la Reunión de Dirigentes del Foro, y quedé maravillada por la actitud proactiva y constructiva adoptada por los dirigentes de esa región frente a los efectos del cambio climático sobre las comunidades que se verán afectadas.

Están elaborando una solución para atender a las comunidades más necesitadas. De esa reunión salió un trascendental Marco Regional sobre Movilidad Climática, que brindará orientaciones prácticas a los gobiernos y reconocerá el derecho prioritario de las personas de permanecer en sus hogares ancestrales. Al mismo tiempo, es pragmático. Reconoce que algunas personas se verán obligadas a partir.

También este mes, a raíz de la celebración de ese foro, Tuvalu, uno de nuestros Estados Miembros insulares del Pacífico, y Australia firmaron un acuerdo histórico. Este acuerdo habilitará vías de migración regulares de Tuvalu a Australia.

Excelencias, damas y caballeros, esta solución innovadora y con visión de futuro es el tipo de práctica que deberíamos reproducir para proteger a las comunidades en situación de riesgo. No hace falta esperar a que el mar sumerja a un país entero para actuar. Se trata de reconocer el profundo impacto que el clima tendrá en estas comunidades y de establecer una vía que sea segura, regular, ordenada y que, en última instancia, beneficie tanto para los ciudadanos de Tuvalu como a los de Australia.

En esencia, nuestra labor y acuerdos como el Marco Regional sobre Movilidad Climática o la Declaración de Kampala, que reconocen el impacto del cambio climático sobre la movilidad humana, se basan en la idea de que una migración bien gestionada puede ser en muchos casos una solución; una solución a lo que, de otro modo, podría dar lugar a desplazamientos masivos de las comunidades, impulsados por catástrofes como el cambio climático.

Los datos indican de manera abrumadora que las vías de migración regulares de largo plazo protegerán mejor los derechos de los migrantes, permitirán a los gobiernos planificar y gestionar los desplazamientos de forma ordenada e impulsarán el desarrollo económico de los países de procedencia, así como de destino, de los migrantes.

En última instancia, depende de todos ustedes, en cuanto gobiernos, crear políticas que habiliten esas vías regulares. Observamos con enorme interés la labor llevada a cabo en este terreno, en particular en colaboración con la Reserva de Talentos de la Unión Europea y las oficinas e infraestructuras para la promoción de una movilidad segura en América.

La OIM se encuentra en una buena posición para llevar a cabo esta labor, facilitar estas vías, y junto con nuestros organismos hermanos de las Naciones Unidas, podemos lograr resultados que generarán enormes beneficios. Podemos reducir la carga sobre el sistema de asilo para contribuir a salvaguardar la protección internacional de los refugiados. Podemos combatir el modelo de negocio del tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas, actividad que, por cierto, produce unos 10.000 millones de dólares. Podemos atacarlo reduciendo el mercado de intermediarios. Podemos proteger las vidas de los migrantes y reducir el negocio de la explotación de personas vulnerables.

En el último año, más de 5.300 migrantes perdieron la vida. Esta cifra incluye únicamente los casos que han llegado a nuestro conocimiento, por lo que podría ser mayor en realidad. Y, juntos, creando vías más regulares, podemos mejorar la confianza de la ciudadanía en una migración bien gestionada y no caótica y, lo que es más importante, la confianza en que podamos contribuir juntos al desarrollo de la migrante misma, del país de acogida y del país de origen.

Utilizo el género femenino deliberadamente pues sabemos que un aspecto esencial de la facilitación de vías regulares pasa por ayudar a mujeres y niñas. Sabemos, por ejemplo, que las trabajadoras migrantes envían un porcentaje mayor de su salario a los países de origen que sus homólogos masculinos -lo siento, chicos-, lo que favorece el desarrollo humano de sus comunidades.

Por ese motivo, la OIM ha puesto en marcha el laboratorio de investigación sobre género y migración, o GenMig, que se centra en crear oportunidades para las mujeres, capacitándolas como impulsoras del cambio, no solo como víctimas de la explotación.

También estamos trabajando con asociados, como Talent Beyond Boundaries y el sector privado, para identificar a personas desplazadas talentosas y cualificadas en países como Jordania o el Líbano y ponerlas en contacto con empleadores en países como Bélgica o Irlanda, Portugal o el Reino Unido. De este modo, no solo se procuran las competencias buscadas por los empleadores, sino que también se aportan perspectivas únicas, experiencias diversas y trabajadores muy motivados.

Excelencias, damas y caballeros: esto no es más que el principio. Si queremos lograr un impacto significativo, debemos redoblar nuestros esfuerzos y adaptarlos a las pautas migratorias existentes, por ejemplo, impulsando la Agenda 2063 de la Unión Africana en pos de la libre circulación mercancías y de personas.

También sabemos que la demanda de trabajadores migrantes está llamada a crecer. De hecho, 30 de las mayores economías del mundo tienen escasez de mano de obra, y el costo de los puestos de trabajo no cubiertos superó los 1,3 billones de dólares. Los cambios demográficos también van a impulsar la migración internacional. En 2050, los mayores de 65 años representarán casi el 40% de la población del Japón y la República de Corea. Italia, España, Grecia y Portugal les siguen a escasa distancia.

Ahora bien, también tenemos buenas noticias para ustedes: la otra cara de la ecuación demográfica es que el mundo cuenta con la mayor generación de jóvenes de la historia: 1.800 millones de personas tienen entre 10 y 24 años, y en su mayoría viven en países en desarrollo.

Por desgracia, no hay suficientes empleos allá donde viven para ofrecer trabajo formal a todos los jóvenes. Por eso es tan importante encontrar vías regulares que permitan gestionar mejor la migración, ya que en muchas partes del mundo el crecimiento de la población joven supone un enorme dividendo demográfico.

En África, se habla de "terremoto juvenil", ya que se prevé que los jóvenes africanos representen el 42% de la juventud mundial a finales de esta década. Una formidable perspectiva de futuro se abre ante África, especialmente si somos capaces de desarrollar flujos migratorios regulares y de incrementar la inversión en capital humano y creación de empleo.

Hay otra parte de la historia que no contamos lo suficiente, y es el impacto que tienen los migrantes en las economías de sus países de procedencia. Según nuestras estimaciones, las remesas internacionales ascienden actualmente a unos 830.000 millones de dólares, frente a los 130.000 millones del año 2000. Son 830.000 millones, más que la inversión extranjera directa y mucho más que la asistencia oficial para el desarrollo.

En un momento en el que Miembros de todo el mundo nos cuentan los aprietos por los que están pasando y que no tienen los recursos necesarios para hacer frente a la magnitud de los conflictos, el cambio climático y los desplazamientos, la opción más sensata, damas y caballeros, es la siguiente: aprovechemos el potencial de la migración.

Los trabajadores migrantes y la diáspora alimentan, dan alojamiento, educan a sus familias y apoyan a sus comunidades, regiones y países desde la distancia. Y para los países de origen, la migración impulsa un mayor desarrollo económico y social. A través del comercio, la migración propicia la transferencia bidireccional de competencias, conocimientos, innovación y tecnología. Y para los países más pobres o frágiles, puede contribuir a la consolidación de la paz y a la resolución y recuperación post-conflicto.

Tomemos algunas lecciones de mi publicación favorita de 2023, el Informe sobre el Desarrollo Mundial de 2023 del Banco Mundial, y hagamos un par de pruebas: maximicemos las ganancias netas de todas las personas identificando a aquellas cuyas capacidades y cualidades se correspondan mejor con las necesidades de los países de destino; reconozcamos que no se trata de todos los trabajadores con un nivel alto de cualificación y formación; y reduzcamos la necesidad de los desplazamientos desfavorables, respetando al mismo tiempo los derechos humanos y la dignidad humana de todas las personas. Reconozcamos el papel clave del desarrollo en este esfuerzo, lo que significa que nos basaremos en programas que pongan en contacto a los migrantes especialmente vulnerables con vías regulares. Gestionemos la migración de forma estratégica, tanto en los países de origen como en los de destino. Esto significa que los gobiernos de los países de origen deben integrar explícitamente la migración laboral en sus estrategias de desarrollo y que los gobiernos de los países de destino deben aplicar el criterio de la “correspondencia” en materia de migración para satisfacer sus necesidades de mano de obra.

Como pueden comprobar, tenemos una agenda ambiciosa. Así pues, la OIM debe funcionar de manera adecuada si queremos cumplir alguno de estos objetivos. Tendremos pues que abordar las problemáticas que se nos van planteando y asegurarnos de que nuestra fuerza de trabajo pueda hacer lo que mejor sabe hacer, es decir, atender a las personas necesitadas y hacerlo de manera oportuna, eficaz y conforme a las normas.

Esto significa que debemos hacer algunas inversiones. Debemos invertir en la OIM como institución; invertir en nuestro personal y en asociaciones dentro y fuera de la comunidad de las Naciones Unidas. Tenemos que invertir en comunicaciones y en sistemas internos.

De manera general, el presupuesto para 2024 asigna nuevos recursos a algunos componentes clave de nuestra estructura institucional: cuestiones financieras, asuntos jurídicos, recursos humanos, nuestras oficinas regionales y ciberseguridad. Estamos avanzando, pero sabemos que todavía nos queda margen de crecimiento. Tenemos trabajo por delante. Y seguiremos necesitando su compromiso, Excelencias. Necesitaremos su ayuda para asegurarnos de que contamos con procesos presupuestarios y estratégicos acordes con la envergadura y la escala de nuestras operaciones.

Seguiremos debatiendo con ustedes sobre el análisis independiente de nuestra estructura en curso, y esperamos que la revisión de la estructura de nuestra Sede haya concluido para principios del año próximo. La revisión de nuestra estructura en el terreno, de nuestras oficinas regionales, de la manera en que la OIM lleva a cabo su labor en todo el mundo seguirá en curso, y esta es una conversación que queremos mantener con ustedes. Queremos asegurarnos de que estamos adaptando el tamaño y la escala de nuestra organización a las necesidades existentes.

Compartimos con ustedes, Estados Miembros, el objetivo de garantizar la correcta utilización de nuestros recursos. Les informaremos sobre lo que vayamos aprendiendo en el marco de nuestras propias evaluaciones y les pediremos que nos orienten sobre el camino a seguir.

Las recientes evaluaciones externas, como la de la MOPAN o la realizada por el Gobierno australiano y el Gobierno británico, han sido fundamentales. Sinceramente, nos aportan una hoja de ruta, como organización, para asegurarnos de que estamos cumpliendo sus expectativas, de que lo estamos haciendo con transparencia, de que lo estamos haciendo con eficacia y de que estamos teniendo impacto sobre el terreno.

Sabemos que el mundo actual nos exige anticiparnos y responder a múltiples crisis repartidas a lo largo y ancho del planeta. Es fundamental no limitarnos a la respuesta y anticiparnos a las crisis, saliéndoles al paso.

Por decirlo de alguna manera, cuando hay goteras en el techo puede resultar muy eficaz distribuir cubos para recoger el agua de la lluvia, y se puede ser muy ágil con un cubo; también se puede ser muy poco burocrático a la hora de disponer esos cubos. Pero queremos ir más allá de poner cubos en plena tormenta. Debemos trabajar para arreglar nuestra estructura. Debemos hacer obras para arreglar el techo y por esa razón les pedimos su apoyo.

Ahora quisiera volver a hacer lo que hice en el Comité Permanente de Programas y Finanzas: dar las gracias a los Estados que prestan un apoyo flexible, sin destino fijo, a nuestra Organización, a saber, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Irlanda, la República de Corea, el Reino de los Países Bajos, Noruega, Filipinas, Qatar, España, Suecia, Suiza, el Reino Unido y los Estados Unidos de América.

Hago mención aparte de estos países porque cada uno de ellos aporta contribuciones sin destino fijo a la OIM. Y las contribuciones nos permiten ser eficientes, ágiles, seguir adelante con nuestro modelo de asignación de gastos a proyectos, sin sacrificar lo que sabemos que ustedes nos exigen: rendición de cuentas y eficiencia.

Excelencias, miembros de nuestro Consejo, amigos y colegas, conocemos la precaria situación que atraviesa hoy el mundo. Recientes acontecimientos nos han recordado a todos el verdadero valor de esta comunidad multilateral a la que pertenecemos, el verdadero valor de las organizaciones internacionales capaces de dar un paso adelante cuando nadie más lo da, de responder ante un conflicto o una catástrofe, de proteger a los más vulnerables de la tierra y de salvar vidas, cuando no hay nadie más que las vaya a salvar.

Esas organizaciones son las que tienen mayor capacidad para ayudar a personas con puntos de vista muy alejados a unirse en última instancia en pos de un objetivo común: que todo el mundo tenga la oportunidad de prosperar, de forma pacífica y segura.

Damas y caballeros, Excelencias, todos nos necesitamos unos a otros y, yendo al plano personal, yo los necesito a ustedes. Necesito su sabiduría y necesito su experiencia. Les agradezco los consejos y el asesoramiento que me han dado, que han dado a esta Organización, y estoy personalmente agradecida por el apoyo que han brindado a la gente de la OIM. Es para mí un verdadero honor estar al frente de todas estas personas. Gracias a ellas, y gracias a ustedes, por todo lo que estamos haciendo juntos para hacer de este mundo un lugar mejor.

Muchas gracias.